La belleza de ser auténticos

«Hay partes de mí que siempre serán indomables, desordenadas e imprudentes, pero me niego a disculparme por ello.»

Esta poderosa frase de Kaitlin Fester es un grito de batalla para muchos de nosotros en el viaje hacia la autenticidad y la autoaceptación. Vivimos en un mundo que a menudo valora la conformidad y la perfección, pero ¿qué pasa con esas partes de nosotros mismos que se resisten a encajar en un molde? ¿Deberíamos sentirnos avergonzados de nuestras características más salvajes, desordenadas e imprudentes? La respuesta es un rotundo no.

Indomable, no indisciplinad@

Primero, diferenciemos entre ser indomable y ser indisciplinad@. Ser indomable se trata de tener una fuerza interna, una pasión, y una voluntad que se niegan a ser sofocadas o controladas por las normas sociales. No significa falta de disciplina o irresponsabilidad, sino una firme defensa de nuestro espíritu único.

El desorden como fuente de creatividad

Las partes desordenadas de nosotros mismos son a menudo las más creativas. En el caos de nuestros pensamientos y emociones, encontramos la chispa de la innovación y la originalidad. El desorden nos desafía a buscar soluciones únicas y a abrazar una perspectiva no lineal de la vida.

La imprudencia como valentía

La imprudencia se asocia generalmente con la temeridad, pero en el contexto de nuestra frase, puede verse como una forma de valentía. Se trata de tomar riesgos, de atreverse a soñar en grande y de perseguir esos sueños a pesar de las probabilidades. Es una celebración del espíritu aventurero que reside en cada uno de nosotros.

La autenticidad por encima de todo

En última instancia, negarse a pedir disculpas por estas partes de uno mismo es un acto de autenticidad. Es reconocer que la perfección es un mito y que nuestras peculiaridades y defectos nos hacen ser quienes somos. La autenticidad requiere valentía, especialmente en un mundo que a menudo premia la conformidad.

Un camino hacia la autoaceptación

La autoaceptación es un viaje continuo. Aceptar nuestras partes indomables, desordenadas e imprudentes es un paso crucial en este camino. Significa abrazar la totalidad de nuestro ser, con todas sus contradicciones y complejidades.

En definitiva, las partes indomables, desordenadas e imprudentes de nosotros mismos no son errores ni debilidades; son fuentes de fuerza, creatividad y valentía. Al abrazar estas partes, nos abrimos a una vida más auténtica y plena. Así que, la próxima vez que te sientas tentado a disculparte por tu naturaleza salvaje e impredecible, recuerda que estas son las cualidades que te hacen extraordinariamente tú.

Foto de Robert McGowan en Unsplash

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